A 19 años del 11 de septiembre de 2001 impera el duelo en la Ciudad de Nueva York y en toda la nación. El horror y el heroísmo se mezclaron ese martes fatídico, y la remembranza se concentra en los bomberos, oficiales de policía y rescatistas que corrieron al peligro a salvar vidas.
Pero hay otros inocentes que pocas veces son recordados. Son ocho los niños que murieron en uno de los días más ocursos en la historia moderna de los Estados Unidos.
Su edad oscilaba entre los 2 y los 11 años y todos eran pasajeros en los aviones que se estrellaron contra los edificios.
Christine Lee Hanson, de solo 2 años, fue la más pequeña de las víctimas del 11 de septiembre. La niña se dirigía a California a disfrutar de una vacaciones con sus padres Sue Kim Hanson y Peter Hanson.
Se suponía que visitaría Disneylandia, el sueño de cualquier pequeño, pero murió cuando los terroristas estrellaron el vuelo 175 de United Airlines a las 9:03 a.m. en la torre sur, World Trade Center 2.
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Hanson pudo llamar a su padre para despedirse antes de que el avión se impactara.
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David Gamboa-Brandhurst tenía solo 3 años cuando murió en el mismo vuelo. Sus padres, Daniel Brandhorst y Ronald Gamboa, estaban a su lado. Ambos adoptaron a Daniel al nacer y, según declararon sus amigos a la prensa, el pequeño fue el "el lazo de sus vidas".
De igual forma, Juliana Valentine McCourt, de 4 años, estaba en el vuelo con su madre Ruth McCourt.
Según reportes de prensa, el hermano de Ruth, Ron Clifford, era un vendedor de software que trabajaba en la Torre Norte cuando el primer vuelo, de American Airlines, se estrelló contra el rascacielos. El joven se las arregló para salir antes de que la torre se desplomara, pero atestiguó cuando el vuelo 175 se estrelló contra la Torre Sur, sin saber que su hermana y su sobrina estaban a bordo.
“Creo que estaba en el piso orando al Señor ... cuando el segundo avión se estrelló, de una manera extraña tal vez Ruth me sacó de allí", dijo Clifford a ABC News. Ruth y Juliana también viajaban a Disneyland.
Los otros cinco niños estaban a bordo del vuelo 77 de American Airlines cuando se estrelló contra el Pentágono. Tres de ellos eran estudiantes de sexto grado que viajaban con sus maestros a California como parte de un premio especial que les otorgó National Geographic. Los tres niños tenían 11 años.
El padre de Bernard Curtis Brown II, recordado como un niño estudioso, trabajaba en el Pentágono, de acuerdo con reportes de prensa.
La madre Bernard, Sinita Brown, le dijo a NBC News que recibió toneladas de llamadas telefónicas esa mañana acerca del bienestar de su esposo, quien afortunadamente se encontraba fuera de su oficina en una excursión de golf.
Pero ese alivio se convirtió en un gran dolor cuando Sinita se enteró de que fue el vuelo de su hijo el que se estrelló contra el lugar de trabajo de su esposo. Bernard Brown padre, enlistado en la Marina para entonces, le dijo a NBC que su hijo tenía miedo de volar.
"Para ser honesto hablamos de la muerte. Le dije: No tengas miedo. Solo escucha lo que la tripulación te dice y sigue las instrucciones. Estarás bien; estarás bien", declaró a NBC. “No tengas miedo, no tengas miedo de morir porque todos vamos a morir algún día”.
Otros estudiantes de sexto grado en ese desafortunado viaje escolar fueron Asia Cottom, recordada por su talento para las ciencias y las matemáticas, y Rodney Dickens, a quien familiares describieron como un niño dulce dispuesto a ayudar a los demás.
Los hermanos Dana Falkenberg, de 3 años, y Zoe Falkenberg, de 8, también murieron en los ataques, al igual que sus padres, Charles Falkenberg y Leslie Whittington, ambos de 45 años. La familia de Maryland había perdido un vuelo de conexión anterior y, en cambio, abordó trágicamente el vuelo 77.