A pico y pala, luchan para hallar a desaparecidos

El colectivo "Los Otros Desaparecidos de Iguala" lleva dos años de trabajos continuos.

Tristeza, dolor y la contradictoria esperanza de encontrar a un familiar enterrado en una fosa es el poderoso motor que mueve a los miembros del colectivo Los Otros Desaparecidos de Iguala, que llevan casi dos años buscando sus muertos sin apenas recursos y ante un Estado inoperante.

Este 19 de junio, en un Día del Padre en México agrio y sin celebraciones, el latigazo al alma se sentía incluso más fuerte en el seno de este grupo que cada domingo busca sus seres queridos en montes del violento estado de Guerrero sin apenas herramientas ni seguridad, constató Efe en un recorrido junto a ellos.

"Yo salgo a buscar a mi hijo porque solo así encontraré un poquito de paz, así podría guardar sus restos y saber donde llevarle una veladora, un ramo de flores. Pero así, a ciegas. ¿A dónde le lloro?", dijo Víctor Tepec.

Acompañado de una de sus hijas de tan solo 14 años, a quien arrebataron un hermano y parte de su infancia, Víctor busca a su hijo, un transportista de 30 años secuestrado en abril de 2014 sin dejar rastro alguno.

"Hay versiones que hasta el Gobierno estaba metido en el suceso, pero nosotros no podemos afirmar nada", contó afligido y machete en mano, su único recurso ante la maleza de los cerros que rastrean cada domingo en busca de indicios que den con su paradero.

Ante la inmensidad del terreno, en bosques y colinas coronadas de verde que parecen tan infinitas como el dolor que esconden, la labor de este colectivo es heroica.

El grupo nació oficialmente poco después de la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa en septiembre de 2014, y hasta la fecha han encontrado 145 cuerpos y más de 500 restos óseos, si bien la Fiscalía solo ha logrado la identificación de 17 cuerpos.

Van equipados con picos y palas y se han convertido en expertos en localizar terrenos que por su forma y color podrían esconder cuerpos debajo.

También en descartar huesos de animales de los que podrían ser de personas, en un proceso escalofriante que ellos viven con un doble nudo en la garganta.

"(Encontrar huesos) ya es cotidiano. Y nos da tristeza y alegría, porque sabemos que un familiar va a dejar de pensar qué fue de su hijo o familiar", relató Guadalupe Contreras, un albañil de 52 años con la cara curtida por el sol y el dolor.

Para él, desde que su hijo desapareció en octubre de 2012 dejando tres retoños ya no hay "días de fiesta". Y festejos como el del padre, que en México celebran millones de familias, solo sirven para redoblar la búsqueda con más fuerza si cabe.

Desde hace varios meses les acompañan miembros de la Policía Federal. En este recorrido son ocho, si bien al principio eran solo dos para la veintena de familiares.

En esta región reina el crimen y la ley del silencio y los familiares en alguna ocasión han visto comandos armados durante sus rastreos.

"Hasta ahorita hemos tenido suerte (ante posibles ataques). Antes de salir al cerro le pedimos a Dios que nos cuide y que nos dé un día bueno para que encontremos a alguna persona", resumió José Florentino Cruz, que con su esposa y uno de sus hijos busca a otro de sus vástagos.

Tenía 27 años y era ayudante de albañil, se "perdió" en enero de 2009 tras salir de una fiesta, dejando una niña que hoy tiene siete años.

El dolor se expande y se ramifica entre los familiares y los amigos de los desaparecidos, amplificando una tragedia ya de por sí gigante en México, un país que acumula más de 27,000 casos desde 2007.

"Mi esposa murió hace cuatro años a consecuencia (de la desaparición de su hijo), lloraba mucho, no comía, no dormía, no resistió", lamentó Margarito Soriano, un incansable buscador de restos con 79 años y una profunda mirada azul inundada en melancolía.

Su hijo era carpintero, como él, y desapareció en 2010 con 36 años. Estaba tomando cervezas en el coche de unos amigos cuando unos hombres se los llevaron.

Al día siguiente fueron al Ministerio Público a presentar la denuncia ante unos agentes que le pidieron guardar calma y silencio.

"Estos (agentes) habían de estar en contacto con estas gentes, por eso me dijeron que era peligroso. La Policía jamás me ha ayudado", aseguró.

Además de los policías federales, acompañan al grupo un agente y varios peritos de la Fiscalía General, cuya misión es realizar las diligencias procedentes cuando se hallan restos humanos. Desde escarbar la posible fosa hasta reconocer los huesos.

Mario Vergara, que busca un hermano desaparecido y es el fundador de este colectivo, denunció que el Gobierno "estorba" y hace "puras simulaciones".

Y a juzgar por la actitud de los agentes ahí reunidos, cuesta llevarle la contraria.

Los peritos llegaron varias horas tarde y hay una unidad canina que nunca salió del vehículo. Se olvidaron el pico y la pala -acostumbrados a que Los Otros Desaparecidos de Iguala traigan varias consigo- y faltó el perito antropólogo.

Por suerte o por desgracia, en las tres áreas inspeccionadas en este amargo Día del Padre no se hallaron restos óseos.

El perito no hizo falta, y Los Otros Desaparecidos, aunque desanimados, no piensan cejar en su lucha: "Te buscaré hasta encontrarte", rezan sus camisetas bajo un sol abrasador.

Contáctanos