Mariano Rivera y Edgar Martínez exaltados en Cooperstown

NUEVA YORK – Dos de los nuestros hicieron historia este domingo al ser exaltados oficialmente al Salón de la Fama del béisbol, el panameño Mariano Rivera y el boricua Edgar Martínez.

Hasta en el día más memorable de su vida, la entrada al recinto sagrado del béisbol profesional de las Grandes Ligas, el panameño Mariano Rivera, fue el que tuvo la responsabilidad de hacer el cierre en la ceremonia de exaltación a las nuevos miembros de la Clase del 2019.

Rivera, segundo beisbolista de Panamá en ser exaltado al Salón de la Fama, le correspondió el último de los seis discursos de aceptación, y de nuevo mostró, como lo hizo siempre desde el montículo, que cerrar fue su especialidad.

El nombre de "¡Mariano! ¡Mariano! ¡Mariano!" retumbó en una tarde soleada en Cooperstown, la pequeña localidad en el norte de Nueva York que alberga el museo de los inmortales del béisbol, el deporte pasatiempo nacional.

"No entiendo el por qué siempre tengo que ser el último", expresó Rivera al dirigirse al público que aguardó para darle la ovación más fuerte de la ceremonia. "Supongo que ser el último es especial".

Luego volvió a ser paciente, le tocó esperar a que los vítores de su nombre se apaciguaran antes de dar su discurso cargado de reconocimiento especial a sus compatriotas panameños y Puerto Caimito, el pueblo pesquero donde nació.

"A todo el pueblo panameño, a todo el fanático latinoamericano, esto es de ustedes", expresó Rivera, líder histórico de salvamentos con 652. "Gracias, los amo mucho de una manera especial. Dios le bendiga de gran manera. Gracias por permitirme crecer en esa república hermosa".

Rivera tuvo la oportunidad de jugar al lado de figuras como el torpedero Derek Jeter, el zurdo Andy Pettitte y el receptor boricua Jorge Posada, todos presentes en el acto de exaltación.

Pero sería su presencia en el montículo lo que hizo que los Yankees de Nueva York conquistaran cinco títulos de la Serie Mundial entre 1996-2009 después de que se acreditó 42 salvados con efectividad de 0.70 a lo largo de 16 postemporadas, incluyendo 11 rescates en el Clásico de Octubre.

Rivera fue el último pitcher en cuatro equipos de los Yankees que se consagraron campeones, tocándole cargar con apenas una derrota con la Serie Mundial de por medio.

Su elección fue histórica al convertirse en el primer jugador con un respaldo unánime por parte de la Asociación de Cronistas de Béisbol de Norteamérica, que le dieron los 425 votos posibles.

Los Yankees fue el único equipo que tuvo durante las 19 temporadas que estuvo en las mayores después que estuvo a punto de ser traspasado a los Marineros de Seattle. Se retiró tras haber completado 952 salidas al montículo, otro récord.

Rivera fue 13 veces convocado para el Juego de Estrellas, lideró el Joven Circuito en salvamentos en tres temporadas y acumuló 40 o más en nueve ocasiones, una marca que comparte con Trevor Hoffman, otro miembro del Salón de la Fama.

Tras unirse a Rod Carew como los únicos panameños en Cooperstown, Rivera describió en su discurso que de niño quería ser futbolista y que idolatraba a la leyenda brasileña Pelé, aunque luego serían sus habilidades las que decidieron el camino a seguir por el béisbol.

Acudió a una prueba con los Yankees y se fue de Panamá en 1990, cuando tenía 20 años, sin saber inglés ni mucho menos conocer lo que le podía esperar en su carrera deportiva, aunque siempre lleno de confianza en sus creencias religiosas.

El discurso de Rivera estuvo precedido por el boricua Bernie Williams, el retirado jardinero de los Yankees que es un guitarrista de jazz.

Con una guitarra eléctrica, Williams sonó la melodía de "Enter Sandman", la canción de rock pesado de la banda Metallica con la que el panameño emergía del bullpen del Yankee Stadium para silenciar los bates del equipo rival.

Entre los presentes estaba el presidente panameño Laurentino Cortizo y otra gloria del deporte de su país, el multicampeón de boxeo Roberto 'Mano de Piedra' Durán.

Rivera dio las gracias a sus padres, su esposa Clara y sus tres hijos, incluido el mayor al que le pidió perdón por no haber estado en muchos de sus cumpleaños, pero estaba con la misión del "Clásico de Octubre", además de recordar de manera especial al fallecido dueño de los Yankees, George Steinbrenner.

También mencionó a Joe Torre, el mánager de los Yankees que le designó como su cerrador en 1997, momento clave en el devenir de su futuro profesional, como el propio Rivera reconoció.

Rivera encabezó a un grupo de seis nuevos miembros del Salón de la Fama que incluyó al también cerrador Lee Smith y al pitcher Mike Mussina. Los otros fueron el extinto lanzador Roy Halladay, y los bateadores designados Edgar Martínez y Harold Baines.

Baines y Smith fueron seleccionados en diciembre en un comité de veteranos. Rivera, Mussina, Martínez y Halladay lo hicieron tras la votación de los cronistas.

Con varios de los adversarios que enfrentó a lo largo de su carrera sentados en la tarima, Rivera no pudo resistirse a hacer una broma con la recta cortada, el devastador lanzamiento que le permitió convertirse en un relevista casi que intocable.

Rivera hizo el cierre perfecto y el más grandioso, el de la ceremonia en la que su nombre estará inmortalizado para siempre al lado de las leyendas sagradas del Salón de la Fama.

Por su parte, el legendario Edgar Martínez lo consiguió todo con el bate y este domingo volvió a pegar un grand slam lleno de clase, dignidad, respeto, admiración y tributo hacia su país, Puerto Rico, y su pueblo de Dorado.

Martínez no perdió tiempo para hablarles directamente, en español, a los puertorriqueños tanto en Cooperstown que acudieron a su exaltación al Salón de la Fama del béisbol de las Grandes Ligas como a los que lo estaban viendo por la televisión.

En su discurso de exaltación, el exastro de los Marineros de Seattle se estrenó como inmortal de Cooperstown con un mensaje para su pueblo en Puerto Rico y para todos los de la comunidad hispana.

"Mi gente de Dorado y mi barrido de Maguayo, un abrazo", expresó Martínez. "Mi historia es sencilla: Criado en un barrio rodeado de gente humilde, con buenas intenciones. Yo me beneficié de la calidad de los seres humanos que viven en el barrio de Maguayo, Dorado, Puerto Rico. Soy bien afortunado de haber sido criado en Maguayo. Gracias, mi gente. Los quiero mucho y nos vemos pronto".

Durante su discurso, Martínez también recordó sus tiempos como fanático del béisbol de Puerto Rico, donde el cubano Atanasio 'Tany' Pérez tenía residencia y brillaba con los Cangrejeros de Santurce. Martínez le habló directamente a Pérez, exaltado al Salón de la Fama en el 2000.

"Fuiste uno de mis héroes cuando jugabas con los Cangrejeros en la liga invernal", admitió Martínez. "Mi abuelo y yo escuchábamos los juegos por radio y mi abuelo decía, 'Se acabó el juego, Tany viene ahora'. Fuiste parte de mi juventud en Puerto Rico".

Martínez no dejó de rendirles honor a los otros puertorriqueños vivientes en el Salón de la Fama presentes en Cooperstown: Orlando 'Peruchín' Cepeda, Roberto Alomar e Iván 'Pudge' Rodríguez.

"Como puertorriqueño me siento honrado de tener mi placa en el Salón junto a las de ustedes", expresó Martínez. "Es difícil creer que un sueño que empezó cuando yo tenía 10 años me llevaría por esta increíble trayectoria".

Martínez también reconoció el legado del legendario Roberto Clemente, el primer puertorriqueño elegido al Salón de la Fama en 1973, pocos meses después de su trágica muerte el 31 de diciembre de 1972.

"Desde la primera vez que vi a Roberto Clemente con los Piratas en la Serie Mundial (de 1971), ya era un enamorado del béisbol", señaló. "Lo único que quería hacer era jugar pelota y como la mayoría de los niños en Puerto Rico, quería ser como Roberto Clemente. Qué gran ejemplo fue Roberto Clemente para todos nosotros en Puerto Rico. Y qué honor tener mi placa en el mismo lugar que la de él".

Martínez fue exaltado el domingo al templo de los inmortales tras una carrera en la que fue seleccionado siete veces al Juego de Estrellas y en la que debió esperar hasta los 27 años para tener la oportunidad de actuar con regularidad.

"Dios me dio el mejor lanzamiento en el béisbol, la recta cortada", recordó Rivera entre risas.

Cumplió todos los 18 años de su carrera en las Grandes Ligas con los Marineros de Seattle.

Prototipo del bateador designado, Martínez tuvo que esperar hasta su décimo año de elegibilidad en la votación de la Asociación de Cronistas de Béisbol Norteamérica para alcanzar el 85,4% de respaldo, por encima del 75% mínimo que se necesita.

"Estoy honrado y recibo con modestia el estar aquí de pie", confesó Martínez. "Cuesta creer que un sueño que empezó cuando tenía 10 años (acabe aquí). Cuando por primera vez vi a Roberto Clemente, lo único que quería era jugar pelota. Es todo un honor tener mi placa en el Salón de la Fama junto a la suya".

Martínez ganó dos títulos de bateo de la Liga Americana y lideró el circuito en porcentaje de embasado en tres ocasiones. Fue proclamado como el mejor bateador designado en cinco ocasiones, un premio que ahora lleva su nombre.

Caundo se retiró, Martínez era uno de los únicos seis jugadores en la historia de las Grandes Ligas con un promedio de .300 al bate, .400 de embasado, .500 de slugging, 500 dobles y 300 cuadrangulares.

Un doble de Martínez dejó tendidos a los Yanquis de Nueva York y le dio a los Marineros la victoria en la serie divisional de 1995 de la Liga Americana, y con ello aseguró ser siempre un ídolo en la región del Noroeste de la costa del Pacífico.

"Fanáticos, soy muy afortunado", destacó Martínez. "Gracias por siempre haberme apoyado. El respaldo que me dieron es lo que me tiene aquí. Estoy muy feliz de haber estado con ustedes hasta el final de mi carrera".

Aunque admitió que tuvo dudas de que al final pudiese entrar al Salón de la Fama, ahora vivía un día inolvidable y para siempre.

"Este es un día que nunca imaginé iba a ocurrir cuando crecía en Puerto Rico. La verdad es que tuve momentos en los últimos 10 años que no iba a pasar. Estoy tan agradecido y orgulloso", subrayó Martínez.

"¡Lo siento muchachos!", agregó.

Contáctanos