La feroz tormenta que mató a 200 personas en NYC

El Huracán Blanco de Nueva York del 11 de marzo de 1888 dejó acumulados de nieve de hasta 40 pulgadas (poco más de un metro).

NUEVA YORK - El Huracán Blanco de Nueva York del 11 de marzo de 1888, también conocido como la Gran Helada del 88, dejó acumulados de nieve de hasta 40 pulgadas (poco más de un metro) y ráfagas de hasta 80 millas por hora, además de que cerca de 400 personas murieron desde Virginia hasta Maine. 

La mitad de las víctimas mortales eran residentes de la ciudad de Nueva York. 

El evento duró del 12 al 14 de marzo, pero el día 11 se recuerda como el peor de todos. 

Los ferrocarriles cesaron el servicio y la gente estuvo confinada en sus casas por hasta una semana. Nada pronosticaba lo que se avecinaba hasta que, por la tarde, la lluvia empezó a descargar con más fuerza y el viento arreció cada vez más poderoso.

El 13 de marzo de 1888, el diario The New York Times describió la tormenta invernal como “la peor tormenta que la ciudad ha visto”, y esa descripción era precisa, según los reportes de ese entonces.

“Es difícil de creer que solo por un día en los últimos 25 años del siglo 19, Nueva York pudo quedarse completamente aislada del resto del mundo como si la isla de Manhattan estuviera en el medio del mar del sur de China”, escribió un reportero de The New York Times.

Inicialmente, nadie anticipó la tormenta invernal. Cuando la tormenta empezó el 11 de marzo, la temperatura estaba templada.

Un meteorólogo, Elias B. Dunn, predijo que el tiempo para el próximo día seria: “Nublado con un poco de lluvia antes de que se despejara”. Dunn se comunicó con la Guardia Costera y nadie anticipó la gran tormenta que se aproximaba.

El 12 de marzo, dos tormentas distintas golpearon a la ciudad, una vino desde el norte y la otra desde el sur.

“Era como si Nueva York fuese una vela encendida que la madre naturaleza apagó, anulando la actividad en la ciudad, pero a la vez con la brasa de la lucha encendida”, escribió el diario The New York Sun.

Algunos sectores de la ciudad quedaron sepultada en acumulados de hasta 30 pulgadas a la vez que los vientos soplaban con furia.

"Pocas mujeres que trabajan para sobrevivir podrían llegar a sus lugares de trabajo”, relató un reportero del diario The New York Sun.

Algunas de las historias de la época eran difícil de creer. El historiador G. J. Christiano escribió que un hombre sufrió una herida en la frente cuando le cayó un montículo de nieve.

"El montículo era suave, pero, al caer, su cabeza golpeó la pierna de un caballo muerto enterrado en nieve. Poco después, el hombre mostró a sus amigos la herida y presumió que fue la primera persona pateada por un caballo muerto”.

Según reportes increíbles de la época, una capa de hielo se formó en el East River y decenas de personas pudieron caminar desde Brooklyn a Manhattan.

Las líneas de teléfono y telégrafos cesaron de trabajar, lo que cortó la comunicación entre las ciudades más grandes.

El historiador G. J. Christiano describe otro acontecimiento extraño del evento: un hombre camino a su casa en Manhattan, habría sufrido hipotermia.

“Tambaleó hacia un poste de luz para apoyarse, confiando de que encontraría fuerzas, pero se quedó dormido. Su cara empezó a congelarse en el poste y el frio le hizo perder todo sentido en su mandíbula, encogiéndola hasta que no podía soportar su dentadura falsa. Finalmente, despertó anonadado y tropezando hasta llegar a casa. Ahí colapsó del frío y fatiga. La mañana siguiente, se dio cuenta de que su dentadura falsa desapareció. Llegó al poste de luz y ahí la encontró, atascada en el hielo del poste”.

Un reportero del diario Herald describió la tormenta invernal de 1888 de esta forma: “Un obscuro horror cubrió la ciudad y la gente aterrorizada temblaba al oír el terrible sonido del viento (…) el cielo oscureció y comenzó el rugido de las tremendas nubes. Parecía como si millones de demonios andaban libres por el aire”.

Cuando la tormenta invernal cesó, se descubrió que unos 200 neoyorquinos murieron, según los archivos de la Biblioteca Pública de Nueva York. La tormenta sigue viva en la historia de la ciudad.

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