Cobertura especial del debate

Cuando se acercan, cada vez más, las elecciones presidenciales en el mes de noviembre en una reñida contienda, te traemos la cobertura especial del segundo debate entre el republicano, Mitt Romney, candidato de la oposición y el presidente Barack Obama, que va por su reelección.

Estaremos brindando información al instante, minuto a minuto, del cara a cara de los candidatos presidenciales en la batalla electoral que tiene lugar en Estados Unidos. Será un recuento de las preguntas, de las respuestas y de las ideas que por constraste ayudarán al votante a tomar una decisión.

Sus asesores saben que, a 23 días de las elecciones, ganar este debate, de los tres previstos, es clave y para ello están llevando a cabo una minuciosa tarea para modificar la actitud de apatía y la carencia de contundencia que mostró Obama a los 70 millones de ciudadanos que vieron el primer duelo verbal. Instalados en el complejo turístico de Williamsburg (Virginia), el presidente se prepara para asumir una posición opuesta: exponer a Romney cuando dice mentiras o verdades a medias, como sucedió en el primer debate, subrayar sus errores y contradicciones, y exigirle que exponga planes concretos, matemáticamente demostrables, y no generalidades para sacar al país de la crisis que generaron los mismos republicanos. La historia personal de Romney tiene mucha tela para cortar. Pero nadie puede asegurar que Obama se animará a enrostrarle a su contrincante cuestiones muy graves, como la acusación de que hizo su multimillonaria fortuna evadiendo impuestos. Sus asesores sostienen que el mandatario jamás puede permitirse un grado de agresividad como el que mostró su vicepresidente, Joe Biden, durante el debate que sostuvo la semana pasada con el candidato republicano al mismo puesto, Paul Ryan, un verdadero mesiánico que sostiene que el derechos norteamericanos provienen de Dios y no de sus leyes. Obama, afirman, debe ser claro y preciso en sus afirmaciones, debe arrinconar a su adversario con información incuestionable, pero manteniendo su posición de presidente de todos los ciudadanos, incluido su contrincante. Pese a su triunfo en el debate anterior, Romney también se prepara para no perder lo ganado: una imagen menos acartonada e insensible ante las severas dificultades económicas del país. Sabe que su talón de Aquiles, adonde le apuntará el presidente, es la falta de planes concretos. Todo lo que han expuesto tanto él como Ryan son sus principios neoliberales a ultranza y la ya famosa por lo fracasada “teoría del derrame”: reducir la carga impositiva a los más ricos con la esperanza de que reinviertan y terminen beneficiando a la clase media y a los sectores de menores recursos. En este marco, los dos candidatos, con sus virtudes y dificultades, saben que este segundo debate es particularmente diferente al que ya se celebró. Ya no será un periodista el que les preguntará. En esta ocasión, serán interrogados por una asamblea ciudadana, llamada “Town Hall Debate”, durante la que los asistentes harán las preguntas, lo que implica una mayor incertidumbre y por ende dificulta la preparación. Pero más allá de las dudas, el tema que sin duda estará sobre el tablero será el de la situación económica, lo que se hizo y se prevé hacer para salir de la crisis. Y lo que seguramente no se incluirá o aparecerá en un segundo plano es la política exterior, en particular con América Latina, un asunto que no es de interés para la mayoría de los norteamericanos.

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